martes, marzo 15, 2005

Cacería interminable

En medio de esta confusa maraña de nada, en medio de este laberinto sin paredes, no sé ni por qué vine, si lo que quería encontrar parece no existir más.
Cuando era joven, y tan solo contaba con un par de ayeres en mi memoria, oí hablar de algo que, por la edad que tenía, más adelante se fué deformando y transformando, y no podía, hasta hace unos cinco años, tener la historia verdadera en mi mente. Estaba seguro, pero lo vine a comprobar para el bautizo de mi abuelo.
Mi abuelo llegó (no sé de donde), y adoptó la religión de esta zona, solo por que era muy original. Luego, a la edad que tiene, se ha bautizado de nueva cuenta a su antigua religión, por temor a un castigo divino. Como sea, de todos los invitados que pudieron ir, yo fuí el único de mi familia que se dignó en hacerlo.
Busqué maneras y maneras de pedirle que me contara la historia que tan vívida y alucinante me había resultado a la edad de 5 o 6 años, pero no encontraba la manera. Estabamos hablando de temas serios, y de cosas que tristes y tremedamente actuales. Una noche, lo encontré llorando, y nunca se lo dije a mi padre, por que no pienso darle ni una razón para que se preocupe exageradamente, como suele hacerlo.
Busqué en el fondo de mi mochila, y le pude dar una foto que guardaba de mi tío. Le dí la original, por que la copia me la iba a quedar yo. Quería mostrárselo a mis hijos y nietos. No todos los días se tiene un martir en la familia, ni cada camada es igual de valerosa.
Por fin, luego de que se puso a reír, mientras le contaba algunas anécdotas que recordaba del poco tiempo que viví con mi tío, me puse a hablarle del cuento de la ciudad y el sereno.
A mi abuelo le pareció interesante que yo recordara ese cuento, pero le dije que me había impresionado mucho, y que por eso me acordaba.
Comenzó a contarme de nuevo la historia, y cada palabra revivía un eco en mi mente, comprobando que en el fondo la historia si estaba grabada en mi mente, aunque habían varios detalles que yo le había ido aumentando y otros que había descuidado en mi versión.
No era tan impresionante como cuando me la contó por primera vez, y eso me decepcionó un poco. Pero ahora habían cosas que me dejaban atónito, y que me sumergieron en el ensueño del que no creo haber despertado.

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