miércoles, enero 10, 2007

Visita

Tengo ya cincuenta años de trabajo, veintiocho como maestro, catorce como vice-rector y uno como decano.

Como la mayoría de ustedes he tenido varias novias, quizás... bueno, digamos que no tantas, unas diez o algo por ahí. Luego me casé y... (si, si, estaré con el joven un rato más, disculpe) ya conoces a mi esposa, en un par de años, si duro, cumpliremos las bodas de plata.

Me sentaba a pensar en ella, no, no hablo de mi esposa, hablo de una chica que recuerdo ahora (creo que el año pasado falleció... diabetes, creo), y me ponía a pensar muy seguido en cómo viviría sin ella... pero más tiempo, como nos pasa a esa edad, a soñar una vida con ella, a construir mansiones y paisajes, escenas enteras de una vida interminable a su lado, la veía como la madre de mis hijos y se parecía a una tía que tengo cuando era joven. Luego la veía, ya los dos mayores, como la cariñosa abuela de mis nietos, malcriados y alegres jovencitos que me hacían escasas visitas... y, aunque le suene raro, pensé en ella de mayor tal y como resultó siendo. (Esta feo eso, no te lo toques o se puede descoser... ¡aunque te escueza, aguante, hombre!).

Ahm... ¿en qué iba? Ah, si, estábamos hablando sobre... si, esa chica. Pongámosle Marietta (no me mires así... sé que la maestra de francés es joven, no me refiero a ella, es un nombre cualquiera). Marietta, como te decía, era la chica del momento para mí. No podía concebir los amaneceres de las vacaciones de verano en las que mi amor por ella llegó a su límite sin su existencia.

Tonto, en realidad, contando que la conocí en un lugar al que no quería ir, y por medio de amigos que no tenía un par de semanas antes.

Todo llegó a tener ese estresante peso de cuanto todo tiene que estar en su lugar, nada tenía que salir mal, planeaba hasta mis errores (si eres demasiado perfecto te botan, te imaginas...)... y todo por ganarme su corazón.

(¿Cinco puntadas dices? solo veo cuatro... ah, te cosieron la vena por dentro también... ¡claro que duele!, pero haber si eso te enseña a pensar mejor antes de hacerte tonterías)

Por otro lado (luego, luego te acabo de contar de Marietta), por otro lado, decía, años antes o años después (disculpa si mi juventud no tiene un orden, pero... ¿te acuerdas en correcto orden todos los detalles de su infancia? No, ¿no?), conocí a una chica joven y un poco callada llamada... digamos que Anastasia (es que la conoces, y no, no es tu abuela o tu madre o algo parecido, es una señorita famosa en la ciudad), le gustaba que le llamen Nastia (bueno, mentira, pero le gustaba un diminutivo de su nombre y pues Nastia es el diminutivo de... ahm, ya entiende). Nastia tenía una curiosa afición por los hippies, las maletas rosadas, y los adornos de países lejanos (aunque creo que toda su colección era de cosas colombianas, porque habían muchos hippies colombianos por el país en esos años...).

Me enamoré de ella y de sus libros de "Las crónicas de Narnia", y se lo dije jugando un día. Si, se lo dije jugando, y eso que lo que sentía era tan intenso como lo de Marietta. Nastia se quedó pensando un rato en cosas... supongo que se imaginó cómo sería ser mi novia o algo así... y luego, sin decir mucho, me dijo "dame una semana". Me guiñaba el ojo mientras decía eso, así que creo que la respuesta ya la conocía de antemano.

Cumplido como yo era (más por miedo a arruinar las cosas cuando van bien que porque de verdad le tuviese respeto al plazo que puso), evité el tema toda la semana.

La cosa es que... fuí novio de las dos.

La joven Marietta, que en paz descanse, se me lanzó a los brazos (y disculpa que un hombre casado viva de recuerdos, pero fué un día glorioso entre los de mi juventud...) y me besó... estando un poco (solo "un poco" jeje) tomada en una fiesta casi un año después de que me haya rendido totalmente en intentar ser su novio.

Nastia me agarró tímidamente de la mano el día acordado y me dijo que sí. Me besó en la boca (o creo que fuí yo...) y así...

¿Qué sentido tiene?... Hmmm, sé que esta historia te puede parecer absurda ahora, y... sólo te pido que pienses un poco. "La vida es rara, acostumbrarte es opcional", como en el comercial de gaseosas ese...

Siempre que te sientas como ahora piensa que hay Mariettas y Nastias y Juanas (si, así se llama mi esposa, solo le gusta que le digan Julieta... exacto, porque me llamo Romeo... siempre me pareció bonito jejeje)... me pude haber casado con cualquiera de las tres. Si, por eso te conté sus historias.

Mañana pasaré a la misma hora, a ver si puedes pensar en algo qué contarme tú...