miércoles, noviembre 30, 2005

links...

see it!
además...
http://www.juliocortazar.com.ar/obras.htm

martes, noviembre 01, 2005

Salto

Se veía como la cosa más fácil del mundo en un principio.

Me preparé para saltar, y de todos modos no era gran cosa, pensé.

Tomé impulso y di un tropezón con un pedazo de ladrillo mientras caminaba de espaldas, algo dubitativo.

Me puse a correr pensando el ladrillo, creándolo de un pedazo en mi mente... y me detuve en seco.

El ladrillo que recompuse era negro y brillante, pulido y sinceramente bello. Di vuelta y me fijé con cuidado en el pedazo. Recibí un puñetazo en la nuca antes de darme cuenta que el pedazo recomponía perfectamente mi visión.

La muchedumbre impaciente me obligó a saltar. Tomé impulso de nuevo, intentando no mirar abajo, y corrí cerrando los ojos. Los abrí justo antes de llegar al borde y salté, grácil y elegante. El Vaquero me tiró una piedra al mismo tiempo que el puñetazo en la nuca se desvanecía. Un pedazo de ladrillo negro-pulido-brillante y me di vuelta a tiempo para agarrar la piedra que me había lanzado.

La piedra resultó ser precisamente el pedazo de ladrillo... ¿me estaba persiguiendo? Me sonreí ante la idea, siempre estupideces en la mente, pensé.

Una eternidad después, llegué al otro lado. Me di vuelta y saludé a la muchedumbre. La Chica caminó directo a mí y cayó al vacío sin chistar. Luego el Vaquero sonrió y se desvaneció murmurando groserías.

Se podía oír ya a la Chica, muy abajo, luchando con el Vaquero e intentando escalar, cuando me fijé en el pedazo de ladrillo. Era azul y de una textura áspera, que a la vista recreaba pequeños gránulos, irrealmente uniforme. La Chica gritó, e Igor corrió al barranco, cayendo a gran velocidad.

Observé como brillaba el pedazo en mi mano, y casi se me antojaba que estaba creciendo. Al frente el Anciano me miraba fijamente, casi como si fuera a hablar en cualquier momento; la lucha seguía abajo, aunque esta vez era entre el Vaquero e Igor. Los gritos en inglés y ruso se oían graciosos, pues ambos hablaban español normalmente. La Chica me gritaba algo, aunque no pude entender ese hebreo tan antiguo. El Anciano seguía mirando en esta dirección, aunque esta vez veía fijamente al pesado ladrillo que colgaba pegado de mi mano.

Bajé la vista un instante y miré el ladrillo sudar, llorar, transpirar, derretirse, quien sabe. Lo posé en el suelo un poco después de que las gotas que caían al suelo empezasen a dibujar un amplio cuadrado alrededor mío. El ladrillo muy pronto era uno y medio, y ambos brillaban, con un color rojo, inyectados de sangre los cuatro, brillantes se replicaban sobre el cuadrado que antes habían dibujado. Así observaba los ocho ladrillos, aunque mi mirada parecía no haberse retirado de la cara del Anciano, y, para mi sorpresa, habló.

El Niño y la Niña movían la boca al mismo tiempo que el Anciano, como si fueran un coro largamente practicado, aunque sabía que todas las voces, la Legión, salían de la boca del Anciano. Cientas murmuraban trivialidades, relatos sin fin, sandeces, y otras decían cosas menos importantes. Por fin escuché una cita filosófica soltada en medio del tremor, y miré compungido al Anciano; ¡Como se atrevía!

El Vaquero e Igor dejaron de pelear y desaparecieron para siempre, luego ellos, que no eran ellos, aparecieron a mi lado. Los ladrillos, cuatro millones ciento noventa y cuatro mil trescientos cuatro, brillaban con un vomitivo color verde claro, infinitamente iguales, obsesivamente uniforme la pared, alta y terrible... la Chica saltaba por encima de los ciento treinta y cuatro millones doscientos diecisiete mil setecientos veintiocho ladrillos, y caía pesadamente sobre el suelo de tierra, no menos pesada que los nuevos muros, no menos pesada que las miles de voces de la Legión al otro lado. ¿Teníamos que pasar por esto siempre que había que reconstruir la torre de Babel? El descubrimiento, el salto, leal isdaicortiefzicio, la pelea, los sesenta y cinco mil quinientos treinta y seis demonios hablando y la piedra que quiere alcanzar a Dios... enloquecedoramente perfecta (era ella, no nosotros).

No pude dormir esa noche.