lunes, abril 17, 2006

Nadie va a llorar

Ep I

Ella lo observaba, como siempre, mientras él, en medio de esas infernales noches de verano, se mojaba la cabeza.

No es que le espiara en el baño... es que ella siempre andaba por ahí a esas horas, y...

¿Qué le atraía de él? No era especialmente atractivo entre los de su clase, aunque no podría decirlo con mucha certeza, pues él y su padre era a los únicos que veía seguido.

Era su gentileza, o su bondad. Como ningún otro, defendía a su pueblo, a su gente, y les trataba con la mayor gentileza, sin que por ello, en realidad, estuviese muy interesado en ellos. Su padre era dueño de ese lugar donde todo su pueblo vivía, una extensa heredad que ella nunca se había atrevido a recorrer sola, y él hacía todo lo que podía por defenderlos de los arranques de su familia e inclusive amigos y conocidos, que parecían hasta tenerles asco.

A veces se decía que era una simple gratitud exagerada, pero luego no le importaba, y le veía de día oculta entre las sombras y de noche tímidamente le espiaba mientras se mojaba la cabeza o tomaba un baño.

Él la había visto, una vez, cuando era todavía muy chiquita. La había mirado con indiferencia, entre un montón de otros pequeños de su clase, pero ella ya sabía de él. No es que fuera muy mayor que ella, se podría decir que tenían el reloj biológico casi igualado, pero tenía mucha más experiencia.

A veces, cuando le veía, no podía evitar agachar la mirada y sentirse acongojada, pues nunca se fijaría en ella. Andaba tonto por una chica que vivía algo cerca.

- ... esbelta, y grácil, de un rostro celestial y unos ojos embrujantes, frágil en apariencia, pero valiente y osada, con largos y sedosos cabellos castaño/rubios, unos labios perfectos y un porte elegante y versátil a la ocasión... -Todo eso le había escuchado decir una vez, y ya no quiso seguir escuchando, mientras seguramente continuó por horas y horas esa descripción de lo que (para él) era la precencia de la perfección sobrenatural en la tierra.

Él estaba enamorado de esa chica (quizás obsesionado), y ella, aunque no lo quería admitir, estaba enamorada de él (o quizás solo obsesionada).

Su tiempo se acercaba, ella esperaba ansiosa. Su familia en particular había heredado de generación en generación el liderazgo de su gente. Su tío abuelo se lo había heredado a su sobrina, pues no iba a tener hijos, y esa sobrina, que era su tía, se lo había heredado a ella, pues tampoco iba a tener hijos. No entre su gente, y ese era su destino como líder. Ahora le tocaba.

Tiempo después, llegó el día; bueno, en realidad la noche. Esa noche él se bañaba, y ella, junto a una vieja, esperaban cerca. Llegó el momento en que él se puso encima esa extraña espuma blanca que deja a su gente ciega por unos momentos, y, a una orden de la vieja, ella avanzó con cautela.

- Debes tomar su cuerpo, debes tenerlo, ha llegado el tiempo -le murmuraba la vieja. Sin embargo a cada paso parecía ponerse más nerviosa, y terriblemente triste.

El lugar estaba mojado, y ella no podía caminar bien, pero pronto llegó a su lado. Él estaba todavía con lo ojos cerrados cuando sintió una especie de pellizco suave en el empeine, pero continuó lavandose la cabeza concienzudamente. Cuando abrió los ojos no había nadie.

- ... this is true love makin', this is true love makin'... I know that... -continuó murmurando la letra de una canción mientras disfrutaba de su baño y observó las caprichosas formas que tenía el agua al dispersarse en el suelo- Baby the true love, for you... -Nada raro le pasó esa noche.

Un poco apartadas, en medio de la oscuridad, ella miraba avergonzada el piso, mientras la vieja le miraba compasiva.

- ¿No quieres tomarlo así, no? -le dijo luego de que él salió y se fué a dormir- No quieres tomarlo de esta forma, ¿verdad? Sé lo que sientes, y aunque no es propio de nuestro pueblo, sé que no quieres perderlo, como aliado nuestro, como nuestro bienhechor, y tu lo quieres a tu lado... ¿no?

Ella sabía el castigo por este tipo de cambios en los planes, y aunque continuaba escuchando, empezaba a elaborar un plan en su mente a marchas forzadas.

- Debes irte ahora, pues no puedes regresar con nosotros -le dijo la vieja- la gente probablemente no sepa en un principio si fracasaste o no, y eso te dará tiempo.

Después de observar con gratitud y conmovida a la vieja, se puso en marcha. Sabía lo que tenía que hacer, cómo hacerlo, los que le enseñaría el camino... pero era muy lejos, y ella no sabía por qué rumbo comenzar.

El amanecer todavía no estaba cerca, y mientras él terminaba de leer algo en su cuarto y se dormía soñando quizás con la musa que lo obsesionaba, ella salía de esos territorios, esos de los que nunca había salido, y se internaba en tierras desconocidas.

Caminando por caminos nuevos, por sendas extrañas para ella, en la noche alumbrada por inexplicables lunas y nubes amarillas, se despidió de su amado en silencio y rogó por que su descabellado plan funcione.

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