lunes, abril 17, 2006

Ep II

Nadie va a llorar

Ep II

El camino le dolía en sus entumecidos miembros, parecía no acabar nunca, aunque se movía con agilidad.

Llegó a una comunidad parecida a la suya, o eso creyó ella, según lo que le habían contado. Escuchó el ruido típico de sus actividades nocturnas y se acercó a paso ligero mientras murmuraba y se movía de la manera en la que se debía de mover en esos casos para no ser atacada por los guardias, si es que los códigos eran los mismos que entre su gente. Ellos la vieron llegar y la recibieron con frialdad y muy formales. Se sintió en casa, pues las cosas no eran diferentes entre los suyos.

Les explicó un poco de su alocado plan, no parecieron entender a qué iba todo ese esfuerzo, hasta que les contó que era la líder de su pueblo, su misión, y cómo era él.

No pasó mucho tiempo, le dieron un poco de comer, y le asignaron un fuerte, grande y ágil escolta, de lustrosa coraza, bien alimentado y con espléndidas extremidades, terriblemente rápido.

Comenzaron por una nueva senda, alumbrada extrañamente, casas inmensas lejos a cada lado. Se fatigaba intentando mantener el paso del escolta, mientras este remontaba por el camino, rápido e infatigable. Después de lo que le pareció más tiempo del que nunca había caminado en su vida, menos corrido, llegaron. Amanecía.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~*~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Allá donde vivía él, allá donde vivía su pueblo, una desgracia. Al parecer la señorita, hermana de él, se había levantado de noche a dar un paseo. Les vio mientras daba un paseo.

¿No tenían ellos el mismo derecho que "la señorita" a estar ahí? Pensaba que no. Armó un escándalo casi al momento y ellos corrieron por donde pudieron, poniéndose a resguardo de una histeria y una ira que anunciaban problemas.

Quizá él venía a salvarles, corriendo y vistiéndose en medio de la noche, pensaron algunos, aunque nunca pudieron verle. Llegó cuando su hermana y dos tíos los estaban masacrando. Varios ya habían muerto.

- Es que no puedo... no sé... sé que son inofensivos... pero... es solo que simplemente no puedo verles... estaban por todos lados y me puse muy nerviosa... -murmuraba la chica. En vano él le reprendía de nuevo.

Quizás esa noche hubieran acabado con todos los que rondaban por ahí de no haber sido por él. La anciana, que por cierto estaba muy herida, pensó que la chica había hecho lo correcto en no actuar esa noche.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~*~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

A la mañana siguiente él se levantó algo tarde, cansado y apesadumbrado por la noche pasada.

Se vistió lento y salió a caminar por los pasillos de su casa, luego salió y se puso a pasear, bajando y mirando sin poner mucha atención todo aquello, que un día sería suyo. Llegó, por fin, a los lindes de su casa, "la casa de aquellos que tanto sufren, y que no pueden reclamar como suya, aunque estén viviendo acá desde hace tantas generaciones...", meditaba y se apenaba solo mientras miraba carros acercarse a lo lejos. De pronto todo se le borró de la mente casi instantáneamente. Se la veía venir a lo lejos.

- ¿Se... será posible?... -contenía el aliento, buscando palabras para salir de su incómodo trance. La chica que lo obsesionaba, su pequeña diosa, se acercaba con paso vacilante, y él no podía salir de su asombro.

Tenía la apariencia de alguien que ha caminado por horas. Los zapatos con algo de polvo encima, las ropas arrugadas y sudadas, los pasos algo vacilantes, sus cabellos pegados a la frente bañada en sudor y la mirada apagada, cansada. Jadeando, se acercó, y le miró, moviendo un poquito la cabeza de un lado a otro, mientras parecía esperar que sus cabellos se alargasen y pudieran tocar el suelo, las paredes... a él...

- Me... me perdí mientras intentaba llegar aquí... -dijo, hablando español con un acento extraño, no tanto como un extranjero, más bien un poco peculiar.

A él le pareció extraño que viniese, que le hablase, que se haya perdido... Todo ¿Por qué, se dijo, no vino en un carro, aunque no era tan lejos, si es que se podía perder? Inmediatamente se acordó que la principal pregunta y la razón por la que él estaba tan sorprendido aún no tenía explicación: ¿Por qué había venido?

- Ah... uhm... ¿qué deseas? uhm... - la miró nervioso.

Ella abrió un poquito los ojos, esos ojos preciosos, grises, tristes, meditabundos y tan expresivos, y él se derritió. Se sonrió y sonrojó luego, mirándolo nerviosa. Lo abrazó tímidamente.

Estaba paralizado. No creía que hubiera humano con más suerte que él en la tierra. Y probablemente así era.

Ella sonreía mientras apoyaba suavemente su frente en su hombro izquierdo. Había cumplido con su promesa. Había llegado.

No hay comentarios.: