sábado, agosto 16, 2008

Irracionales argumentos para lógicas conclusiones...

Damián se levantó temprano, recogió sus cosas a la rápida y salió del pueblo volando.

Anoche le dijeron que la gente ya lo había descubierto y estaban planeando lincharlo hoy. Le sonó descabellado, si quisieran hacer eso lo hubieran hecho sin decirle. Pero la persona que vino lo había descubierto, era evidente, y de ahí a que todos lo supieran no pasaría demasiado tiempo.

Y el problema no era que fuera cura. Ni que hubiera, según su acusador, cuasi violado a sus "víctimas". Ni siquiera (y esto era lo que no le había dejado dormir en la noche) el hecho de fueran menores de edad.

El problema era que eran mujeres, niñas.

- ¡Pero carajo, Damián, por lo menos hubieras chantajeado a los monaguillos! ¡No pues las peladitas! -le dijo aquel que fué el último de ese pueblo que lo vió.
- ¿Los... los monaguillos?
- ¿No es... lo que todos ustedes hacen?
- Lo que noso...
- Me refiero a los curas que no se aguantaron al final. Eso de engañar a los pequeños con carita de angel para que prueben "El pan de Dios" y todo eso...
- El... ¿pan de Dios?
- No sé, no sé, ¿cómo le decís vos?
- Yo... yo no... yo nunca con un...
- No tiene sentido ¡Nunca supe de esto! Siempre seducen a las solteras santulonas, a las casadas infelices y a las viudas jóvenes; o por el otro lado andan reuniendo chicos para coros y como monaguillos cuando lo que en realidad quieren es... Mierda, ¿para qué te cuento esto si vos estas en la profesión?
- No... no...
- ¿Me vas a decir que nunca hiciste nada de eso? ¡Carajo, me ha tocado un cura digno de contar a mis nietos!

Pero la charla de ayer le dejo con la pregunta en el aire. Un sabor a originalidad y una monstruosa pregunta.

¿Por qué él?

Y pensando, pensando, no encontraba la respuesta. Solo sabía que se dirigía a ese terrible infierno que es quedarse uno solo con sus ideas.

Su firme educación católica le había enseñado a repudiar cualquier deseo que pudiese haber sentido por un varón. Sea de la edad que sea. De hecho le parecía bastante enfermo el hecho de que la iglesia, su iglesia, estuviera plagada de homosexuales reprimidos.

Y alguna parte de esa misma educación católica se había distorsionado en su mente. Pues de lo normal que es desear a alguien "puro, angelical, casi virginal, con la belleza de Dios reflejada en ella" como le habían enseñado, había buscado a las más puras, las más virginales, las que más belleza de Dios cargaban encima, las más inocentes.

El detalle de que tal pureza e inocencia es imposible en alguien con más de 15 años sobre esta tierra, e inclusive en alguien menor que eso pero con más experiencias amargas, dejó de importarle lentamente. Con la naturalidad con la que transcurre un río sobre las tierras del Señor, llegar a la conclusión a la que había llegado le pareció natural. Pues él no buscaba saciar sus deseos carnales, placer, sensualidad y llenar sus sentidos de belleza femenina. Él deseaba probar ese pedazo sublime de algo que se hacía manifiesto en la tierra de manera tan transitoria y por tan poco tiempo que debía ser algo más. Algo más allá del simple deseo de un hombre por una mujer, más cercano a aquello que le dijo ese extraño sobre "los niños con carita de ángel". El pecado de querer comer de un fruto que no fué prohibido por Dios precisamente porque ni siquiera fué plantado en el Edén. El amor de un ángel, puro, inocente, lejano a pretensiones y sensualidad.

Sabía que era mucho pedir. Pero lo que había vivido era algo de lo que no se arrepentía. Era todo lo que había deseado y mucho más. Sabía que había cometido un par de pecados, y había violado muchas reglas de su orden. Sería expulsado del sacerdocio más por lo segundo que por lo primero.

Y por supuesto nadie le creeria si le dijera que aquellos encuentros con aquellas niñas eran caricias y besos, pues una erección o algo parecido era algo demasiado impuro como para que él ensucie esa pureza e inocencia con algo tan terreno, tan impuro, tan cargado de deseos animales e irracionales. Pero un día aquellos que las desposen sabrán, pues aún son castas.

Esa era la educación católica que recibió, pensó, mientras sonreía viendo el cielo de alguna noche estrellada camino a ninguna parte.

1 comentario:

Unknown dijo...

Felicidades, por un blog, tan interesante, que espero descubrir poco a poco.