miércoles, febrero 09, 2005

Un, dos...

¿Qué me dijo después de haberme llamado por mi nombre, regresándome de donde demonios estuviera, mientras mi cuerpo arrastraba un par de piernas por ese camino que, extrañamente, era el único que se llenaba de barro en todo el lugar?
- "Dos, uno de ellos El Mejor, y uno se quedó sentado al lado del otro.
"No querrías saber, le dijo a un tercero que se acercó, acerca de este corazón... ¡Mucha pena me dá tener que decirte que no tengo!" -dijo ella, y levantó los brazos, tal como me la había imaginado en su cuarto noche tras noche- "Casi de noche, cuando no queda que comer, no tengo otro remedio que almorzar lo que debería ya haber acabado, y vuelvo a revolcarme en el mismo lodo, no creo que quieras saber de ese olor" -ella hablaba una especie de... latín-francés-con-toques-de-español- "me conformo con no tener que decirte lo que de verdad se me pasa por la cabeza -dijo el mejor, de entre ellos el tercero, para ahora- Casi no tengo inventiva, y se me agotan las mentiras; me quieres delatar, y yo no te conozco, pero a tu regazo apoyo mi cabeza, y siento que mis propias lágrimas pesan como ajenas -En este punto el otro no quería dejarse ir por la emoción del momento, y dijo-. ¿Quieres entonces de una vez decirme, qué almuerzo, qué lodo, qué corazón, qué verdad, qué cabeza, qué lágrimas, y cual regazo? No tengo regazo para tí -el primero, que ahora era el mejor, apoyó la cabeza en un arbol, y le dijo al tercero, que fuera el mejor-. "Nunca te quise decir, pero la inventiva salía del lodo que comes, y comes con las manos. Las lágrimas las sientes ajenas, por que no tienes cabeza, ni ojos, y menos lágrimas, ante tus pequeñas y mis grandes mentiras, no supe más que llorar, mientras dormías sobre un tronco enmohecido (tal era el regazo del que hablabas) -Entonces el tercero, después de callar, se puso segundo y dijo-. Eso, mi amigo me sigue sonando como una más de mis mentiras. ¿Tan hábilmente has copiado mi estilo? Si lo que dices fuera cierto... ¡Como puedo ver!" -ella se quedó quieta un instante, mientras la lluvia caía elegantemente sobre la capa gruesa que llevaba, ondeando, con todo y la lluvia- "No ves, y he ahí la más grande de las mentiras que te he contado, aquella eterna oscuridad que no puedes conocer más que conceptualmente es el escenario de lo que la desenfrenada inventiva que obliga a ver te susurra a los oídos, que si te sirven; y no me preguntes del mar, que nunca existió uno, te lo has inventado".
En este punto yo no sabía de qué demonios hablaba ella, pero sabía que ella estaba relatando algo que en algún lugar antes se había dicho, pues este no era el estilo de sus monólogos inventados, sino parecido a lo que dice en sus "clases".
- "Con ese comentario -continuó diciendo- los otros dos subieron tanto, que, si hubiera habido alguien más que los tres, el que fuera el primero no hubiera quedado ni en último lugar. Pero él solo descansaba un instante, y, subiendo todavía más alto que los otros dos, respondió -No tengo oídos, y ustedes no existen, tan solo por que ese silencio me ha matado siempre, los inventé".
"Tal es la gracia del concurso de las mentiras en tierras altas, al norte del bosque de los empalados" -ella calló un momento, y luego dijo, como si nada- Este relato lo contaban en el norte de Valaquia a los niños, antes de dormir. Me pregunto si se dormían con eso en la cabeza... Pero, yo no puedo dormir, y tu tampoco. La culpa era de la pared. Esa pared es la ceguera que nos despertaba la imaginación, y cuantas veces no me había imaginado tu rostro y tus expresiones, mientras hablaba y hablaba, y supe que no te molestaba... hasta que empecé a fantasear...
Mi pulso iba rápido y solo tenía lodo por todo mi cuerpo; la peor armadura contra la tentación de mi vida.

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